Por Víctor Octavio García
Lluvias
Las precipitaciones que se han registrado en los últimos días han traído alegría y esperanzas para los golpeados rancheros que medianamente se han sobrepuesto a la sequía, pero también más que agua también han traído dramatismo puro de parte de autoridades, especialmente del gobierno, que sin estar plenamente justificado se apresuró a solicitar al gobierno federal la declaratoria de zona de emergencia en La Paz, sin siquiera tener la gentileza de avisar al gobierno municipal, y menos contar con el dictamen técnico de la Comisión Nacional del Agua, por lo que dicha declaratoria de “emergencia” después de la sorpresiva solicitud deja mal paradas a las autoridades locales, cuando todos sabemos lo tortuoso que representa para las entidades contar con los recursos del FONDEN para atender a los damnificados. Ciertamente los cinco ayuntamientos del estado se encuentran en emergencia, pero no por la ocurrencia de desastres naturales, sino por lo desastroso que han sido, en lo general, en el manejo de los presupuestos. Y esto no se arregla con una declaratoria de emergencia natural, sino con decisiones de fondo, estructurales que permitan generar una verdadera administración municipal, ni tampoco con paliativos como los que se han emprendido como las restructuraciones de deuda pública, pues lo único que se hace es renegociar para posponer el pago de cientos de millones de pesos y lograr así una oxigenación pasajera, que más temprano que tarde volverá a hacer crisis.
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