Antonio Ceja
Un de los programas federales que más interés le ha puesto el presidente Enrique Peña Nieto desde que inició su gestión fue el que le encomendó a la ex perredista Rosario Robles Berlanga. El programa, para vergüenza de propios y extraños, denominado Cruzada Nacional contra el Hambre ni siquiera ha podido, desde su implementación, subsanar el flagelo de la hambruna de manera parcial; el hambre sigue siendo la misma y los grupos más vulnerables ven con desencanto el fallido intento por erradicar la crisis alimentaria que, según se dijo, se combatiría por “vergüenza y dignidad”.
Pero la realidad es, lamentablemente, otra. Como lo comentamos aquí en su momento, la Cruzada Contra el Hambre se convirtió en una especie de marca registrada para explotar una campaña mediática donde el hambre sería el tema a abordar. Si se regresa a los orígenes de dicha campaña, podrá, amable lector, ver que precisamente el hambre de nuestro país fue motivo para realizar concursos de fotografía, video, ensayos y eventos, todos inútiles, que mostraran, sin necesidad alguna, las horribles carencias del pueblo mexicano y su vía crucis para allegarse de alimentos saludables.
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